Escolha uma Página

Las grandes lluvias con inundaciones desastrosas que han afectado a muchas ciudades de Brasil y paralelamente los incendios pavorosos en Australia, seguidos inmediatamente de inesperadas inundaciones, constituyen señales inequívocas de que en la Tierra están ocurriendo algunos cambios importantes. Es prácticamente consenso generalizado que estos cambios hacia peor se deben a la acción de los seres humanos (la era del antropoceno) en su relación con la naturaleza y con la totalidad del planeta Tierra.

Los varios grupos de científicos que siguen sistemáticamente el estado de la Tierra confirman que año tras año los principales elementos que sustentan la vida (agua, suelos, aire puro, fertilidad, climas y otros) se están deteriorando cada día que pasa. ¿Cuándo va a parar esto? El 29 de julio de 2019 alcanzamos el día de la Sobrecarga de la Tierra (the Earth Overshoot Day). Esto significa que en esta fecha hemos consumido ya todos los recursos naturales disponibles. Ahora la Tierra ha entrado en números rojos y sin fondos ¿llegaremos hasta diciembre? Si insistimos en mantener el consumo actual tendremos que aplicar violencia contra la Tierra forzándola a dar lo que no tiene o no puede reponer. Su reacción a esta violencia se expresa por el calentamiento global, las inundaciones, las grandes nevadas, la pérdida de la biodiversidad, la desertificación, el aumento de dióxido de carbono y de metano y por el crecimiento de la violencia social, ya que Tierra y humanidad constituyen una única entidad relacional.

O cambiamos nuestra relación con la Tierra viva y con la naturaleza o, según S. Bauman, “engrosaremos la procesión de aquellos que se dirigen hacia su propia tumba”. Esta vez no tenemos un Arca de Noé salvadora.

No hay más alternativa que cambiar. Quien cree en el mesianismo salvador de la ciencia es un iluso: la ciencia puede hacer mucho pero no todo: ¿detiene los vientos, contiene las lluvias, limita el aumento de los océanos? No es suficiente reducir la dosis y continuar con el mismo veneno o simplemente limar los dientes al lobo. El cambio exige cumplir algunos de los siguientes propósitos fundamentales.

Primero: Una visión espiritual del mundo. Esto no tiene nada que ver con la religiosidad, sino con una nueva sensibilidad y un nuevo espíritu de renuncia a una relación violenta y meramente utilitaria con la naturaleza. Debemos reconocer que tiene valor en sí misma, que somos parte de ella y que debe ser cuidada y respetada como algo sagrado. En esto consiste la nueva sensibilidad y espiritualidad.

Segundo: rescatar el corazón, el afecto, la empatía y la compasión. Esta dimensión ha sido descuidada en nombre de la objetividad de la tecnociencia. Pero el amor, la sensibilidad hacia los demás, la ética de los valores y la dimensión espiritual están anidados allí. Cuando no hay lugar para el afecto y el corazón, no hay porqué respetar la naturaleza y escuchar los mensajes que nos está enviando con las inundaciones y el calentamiento global. La tecnociencia ha operado una especie de lobotomía en los seres humanos que ya no sienten sus clamores. Se imaginan que la Tierra es un simple baúl de recursos infinitos al servicio de un proyecto de enriquecimiento infinito. Tenemos que cambiar de paradigma: de una sociedad industrial que agota la naturaleza a una sociedad de conservación y de cuidado de toda la vida.

Tercero: tomar en serio el principio del cuidado y el de precaución. O cuidamos lo que ha quedado de la naturaleza y regeneramos lo que hemos devastado, como el Movimiento de los Sin Tierra (MST) que se ha propuesto plantar en este año un millón de árboles en las áreas depredadas por el agronegocio, o nuestro tipo de sociedad tendrá los días contados. La precaución exige que no se promuevan acciones o se usen elementos cuyas consecuencias no podemos controlar. Además, la filosofía antigua y moderna ya ha visto que el cuidado es la condición previa para que surja cualquier ser. También es la guía anticipada para cada acción. Si la vida, también la nuestra, no se cuida, enferma y muere. La prevención y la atención son decisivas en el campo de la nanotecnología y la inteligencia artificial autónoma. Esta, sin que lo sepamos, puede tomar decisiones y penetrar en arsenales nucleares y poner fin a nuestra civilización.

Cuarto: respeto a todo ser. Cada ser tiene valor intrínseco y tiene su lugar en el conjunto de los seres, incluso el más pequeño de ellos revela algo del misterio del mundo y del Creador. El respeto impone límites a la voracidad de nuestro sistema depredador y consumista. Quien mejor formuló una ética del respeto fue el médico y pensador Albert Schweitzer (+1965). Él enseñaba que la ética es responsabilidad y respeto ilimitado hacia todo lo que existe y vive. Este respeto por los demás nos obliga a la tolerancia, que es urgente en el mundo y entre nosotros, bajo el gobierno de extrema derecha que alimenta el desprecio por los negros, los indígenas, los quilombolas, las personas LGBT y las mujeres.

Quinto: actitud de solidaridad y de cooperación. Esta es la ley básica del universo y de los procesos orgánicos. Todas las energías y todos los seres cooperan entre sí para que se mantenga el equilibrio dinámico, se garantice la diversidad y todos puedan evolucionar conjuntamente. El propósito de la evolución no es conceder la victoria a los más adaptables, sino permitir que cada ser, incluso el más frágil, exprese las virtualidades que emergen de esa Energía de Fondo que sostiene todo, de la que todo salió y a la que todo vuelve. Hoy, debido a la degradación general de las relaciones humanas y naturales, debemos, como proyecto de vida, ser conscientemente solidarios y cooperativos. De lo contrario, no salvaremos la vida ni garantizaremos un futuro prometedor para la Humanidad. El sistema económico y el mercado no se basan en la cooperación sino en la competición, la más desenfrenada. Por eso crean tanta desigualdad hasta el punto de que el 1% de la humanidad posee el equivalente al 99% restante.

Sexto: es fundamental la responsabilidad colectiva. Ser responsable es darse cuenta de las consecuencias de nuestras acciones. Hoy hemos construido el principio de autodestrucción. El dictamen categórico es entonces: actúa de manera tan responsable que las consecuencias de tu acción no sean destructivas para la vida y su futuro y no activen la autodestrucción.

Séptimo: poner todos nuestros esfuerzos en lograr una biocivilización centrada en la vida y en la Tierra. El tiempo de las naciones ha pasado. Ahora es el tiempo de construir y salvaguardar el destino común de la Tierra y la humanidad. Su realización no se hará lugar sin poner en práctica los propósitos enumerados anteriormente.

*Leonardo Boff es eco-teólogo, filósofo y ha escrito: Cómo cuidar de la Casa Común, Vozes 2019.

Traducción de Mª José Gavito Milano