Se ha dicho, con verdad, que el ser humano está devorado por dos hambres: de pan y de espiritualidad. El hambre de pan es saciable. El hambre de espiritualidad, sin embargo, es insaciable. Está hecha de valores intangibles y no materiales como la comunión, la solidaridad, el amor, la compasión, la apertura a todo lo que es digno y santo, el diálogo y la oración al Creador
Estos valores, secretamente ambicionados por los seres humanos, no conocen límites en su crecimiento. Hay un anhelo infinito que late dentro de nosotros. Sólo un infinito real nos puede dar descanso. Centrarse excesivamente en la acumulación y el disfrute de bienes materiales acaba produciendo gran vacío y decepción. Fue la conclusión a la que llegaron unos analistas de la Universidad de Lausana. Algo dentro de nosotros clama por algo más grande y más humanizador.
En esta dimensión se plantea la cuestión del sentido de la vida. Es una necesidad humana encontrar un sentido coherente. El vacío y el absurdo producen ansiedad y sentimientos de soledad y desarraigo. Ahora bien, la sociedad industrial y consumista, montada sobre la razón funcional, coloca en el centro al individuo y sus intereses particulares. Con esto, ha fragmentado la realidad, ha disuelto todo canon social, ha carnavalizado las cosas más sagradas y ha tomado a broma las convicciones ancestrales, llamadas “grandes relatos”, considerándolas metafísicas esencialistas, propias de las sociedades de otros tiempos. Ahora funciona el “anything goes” o el “todo vale” de los diversos tipos de racionalidad, posturas y lecturas de la realidad. Se ha creado el relativismo que afirma que nada cuenta definitivamente.
Esto ha sido llamado posmodernidad que para mí representa la fase más avanzada y decadente de la burguesía mundial. No contenta con destruir el presente, quiere destruir también el futuro. Se caracteriza por una total falta de compromiso con la transformación y por un profesado desinterés por una humanidad mejor. Esta postura se traduce en una ausencia declarada de solidaridad con el trágico destino de millones de personas que luchan por tener una vida mínimamente digna, por poder vivir mejor que los animales, por tener acceso a los bienes culturales que enriquecen su visión del mundo. Ninguna cultura sobrevive sin una relato colectivo que confiera dignidad, cohesión, ánimo y sentido al caminar colectivo de un pueblo. La posmodernidad niega irracionalmente este dato originario.
Sin embargo, en todas partes del mundo, la gente está elaborando sentido para sus vidas y sufrimientos, buscando estrellas-guía que le indiquen un norte y le abran un futuro esperanzador. Podemos vivir sin fe, pero no sin esperanza. Sin ella se está a un paso de la violencia, de la banalización de la muerte y, en última instancia, del suicidio.
Pero las instancias que históricamente representaban la construcción permanente de sentido, han entrado modernamente en erosión. Nadie, ni el Papa ni Su Santidad el Dalai Lama pueden decir con seguridad lo que es bueno o malo en este bloque planetario de la historia humana.
Las filosofías y caminos espirituales respondían a esta demanda fundamental del ser humano. Pero en gran parte se han fosilizado y perdido este impulso creador. Se sofistican sí cada vez más sobre lo ya conocido, repensado y redicho siempre de nuevo, pero desprovistas de coraje para diseñar nuevas visiones, sueños prometedores y utopías movilizadoras. Vivimos un “malestar de la civilización”, similar al del ocaso del Imperio romano, descrito por San Agustín en “La Ciudad de Dios”. Nuestros “dioses”, como los de ellos, ya no son creíbles. Los nuevos “dioses” que están surgiendo no son lo suficientemente fuertes como para ser reconocidos, respetados e ir poco a poco ganando los altares.
Estas crisis se superan sólo cuando se hace una nueva experiencia del Ser esencial de donde deriva una espiritualidad viva. Veamos algunos lugares donde los “nuevos dioses” se anuncian y aparece una nueva percepción del Ser.
Por más críticas que haya que hacerle en su aspecto económico y político, la globalización es ante todo un fenómeno antropológico: la humanidad se descubre como especie, que habita en una sola Casa Común, la Tierra, con un destino común. Tal fenómeno va a exigir una gobernanza global para gestionar los problemas colectivos. Es algo nuevo.
Los Foros Sociales Mundiales, que se empezaron a realizar en el año 2000 en Porto Alegre, Rio Grande del Sur (Brasil), revelan una especial erupción de sentido. Por primera vez en la historia moderna, los pobres del todo el mundo, haciendo contrapunto a las reuniones de los ricos en la ciudad suiza de Davos, lograron acumular tanta fuerza y capacidad de articulación que se encontraron por millares primero en Porto Alegre, y luego en otras ciudades del mundo para presentar sus experiencias de resistencia y liberación, para intercambiar experiencias sobre cómo crear microalternativas al sistema de dominación imperante, y cómo alimentar un sueño colectivo para gritar: otro mundo es posible, otro mundo es necesario. Es algo nuevo.
En las distintas ediciones de los Foros Sociales Mundiales, a nivel regional e internacional, se notan los brotes del nuevo paradigma de la humanidad, capaz de organizar de manera diferente la producción, el consumo, la conservación de la naturaleza y la inclusión de toda la humanidad en un proyecto colectivo que garantice un futuro de esperanza y de vida para todos. De ahí su importancia: del fondo del desamparo humano está emergiendo un humo que remite a un fuego interior de la basura a la que han sido condenadas las grandes mayorías de la humanidad. Este fuego es inextinguible. Él se convertirá en una brasa y una claridad que ilumine un nuevo sentido para la humanidad. Ojalá.
Leonardo Boff, teólogo y filósofo, es autor de Tiempo de trascendencia, Sal Terrae 2002.
Gracias,cuanta verdad en este ensayo.
Gracias, el Dios de la creacíon les da a los hombres de su mismo don, el hombre continuamente se recrea. Al final, la vida gana .
hay esperanza
Obrigada, Leonardo. Publicamos hoje (1/3/13) no site da Adital (www.adital.com.br, versão em espanhol). A versão em português já foi publicada. A propósito, seus artigos estão sendo muito prestigiados no Facebook da Adital (https://www.facebook.com/agenciaadital). Abraços, Conceição Rosa
Precisamos avançar, com este fóruns, há uma angústia coletiva,a ser compartilhada,e revertida em criações com novos rumos que mude e fortaleça esta nova história a ser escrita.
La Meta de Un Nuevo Orden Mundial
Es hacia esta meta -la meta de un nuevo Orden Mundial, Divino en su origen, omnímodo en sus alcances, equitativo en sus principios y desafiante en sus rasgos- por la que ha de bregar una humanidad hostigada.
EL PRINCIPIO DE UNIDAD
Que no haya ningún malentendido. El principio de Unidad de la Humanidad -pivote sobre el que giran todas las enseñanzas de Bahá’u’lláh- no es un mero estallido de sentimentalismo ignorante o una expresión de vaga y piadosa esperanza. Su llamado no debe ser simplemente identificado con un renacimiento del espíritu de hermandad y de buena voluntad entre los hombres, ni tampoco tiene el solo propósito de fomentar la cooperación armoniosa entre individuos y naciones. Su significación es más profunda, sus aspiraciones son mayores que las correspondientes a los Profetas del pasado. Su mensaje es aplicable no sólo al individuo sino que atañe principalmente a la naturaleza de aquellas relaciones esenciales que han de ligar a todos los Estados y naciones como a miembros de una familia humana. No constituye simplemente el enunciado de un ideal, sino que está inseparablemente vinculado a una institución apropiada para encarnar su verdad, para demostrar su validez y para perpetuar su influencia. Implica un cambio orgánico en la estructura de la sociedad actual, un cambio que todavía el mundo no ha experimentado. Constituye un desafío, audaz y universal a la vez, a las gastadas consignas de los credos nacionales, credos que han tenido su día y que, en el transcurso normal de los sucesos, modelado y controlado por la Providencia, deberán abrir paso a un nuevo evangelio, fundamentalmente diferente e infinitamente superior a lo que el mundo ha concebido hasta ahora. Requiere nada menos que la reconstrucción y la desmilitarización de todo el mundo civilizado, un mundo orgánicamente unificado en todos los aspectos esenciales de su vida, de su maquinaria política, de su anhelo espiritual, de su comercio y de sus finanzas, de su escritura y de su idioma, y aun así, infinito en la diversidad de las características nacionales de sus unidades federadas.
Representa la consumación de la evolución humana, evolución que ha tenido sus orígenes en el nacimiento de la vida familiar, su subsiguiente desarrollo en el logro de la solidaridad tribal, que llevó a su vez a la constitución de la ciudad-estado y que posteriormente se expandió en la institución de la nación independiente y soberana.
El principio de Unidad de la Humanidad, tal como lo proclamara Bahá’u’lláh, lleva consigo ni más ni menos que una solemne afirmación de que el logro de esa etapa final en esta estupenda evolución es no sólo necesario sino inevitable, que su concreción se aproxima rápidamente y que nada que no sea el poder nacido de Dios conseguirá establecerlo.
Tan maravillosa concepción halla sus primeras manifestaciones en los esfuerzos realizados a conciencia y en los modestos comienzos ya alcanzados por los declarados adherentes a la Fe de Bahá’u’lláh, los que, conscientes de los sublime de Su misión e iniciados en los ennoblecedores principios de Su Administración, bregan por establecer Su Reino en esta Tierra. Tiene su manifestación indirecta en la difusión gradual del espíritu de solidaridad mundial que se alza espontáneamente sobre el tumulto de una sociedad desorganizada.
EL PORTAVOZ DE DIOS
El mundo, comprimido y transformado en un único organismo altamente complejo por el maravilloso progreso alcanzado en el ámbito de las ciencias físicas, por la expansión mundial del comercio y la industria, y luchando bajo la presión de fuerzas económicas mundiales, entre los peligros de una civilización materialista, se encuentra sin duda en la urgente necesidad de un replanteo de la Verdad que subyace en todas las Revelaciones del pasado en un idioma acorde con sus requisitos esenciales. ¿Y qué otra voz que la de Bahá’u’lláh -el Portavoz de Dios en esta era- es capaz de efectuar una transformación tan radical de la sociedad como la que Él ya ha logrado en los corazones de esos hombres y mujeres, tan diversos y aparentemente irreconciliables, que constituyen el conjunto de Sus declarados seguidores en todo el mundo?
Que una concepción tan majestuosa brota con rapidez en la mente del hombre, que se alzan voces en su apoyo, que sus rasgos salientes han de cristalizar pronto en la conciencia de quienes tienen autoridad, son, ciertamente, cosas de las que pocos pueden dudar. Que sus modestos comienzos ya han tomado cuerpo en la Administración mundial, en la que están reunidos los adherentes a la Fe de Bahá’u’lláh, es un hecho que sólo quienes tengan el corazón corrompido por el prejuicio dejarán de advertir.
Nuestro, amados compañeros trabajadores, es el deber fundamental de continuar, con firme visión y con infatigable fervor, colaborando en la erección final de ese Edificio cuyos cimientos ha echado Bahá’u’lláh en nuestros corazones, adquiriendo renovada esperanza y fuerza del rumbo general de sucesos recientes, por oscuros que sean sus efectos inmediatos, y orando con incansable ardor para que Él pueda acelerar la realización de esa Maravillosa Visión que constituye la emanación más brillante de Su Mente y el más hermoso fruto de la más bella civilización que el mundo ha visto.
http://bahairesearch.com/spanish/Bahai/Shoghi_Effendi/La_Meta_de_Un_Nuevo_Orden_Mundial.aspx
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