Vengo de hace tiempo, de los fines de los años 30 del siglo pasado, de un tiempo en que Papá Noel todavía no había llegado en su trineo. En nuestras colonias italianas, alemanas y polacas, exploradoras de la región de Concórdia (Santa Catarina), conocida por ser la sede de la Sadia y de la Seara con sus excelentes productos de carne, sólo se conocía al Niño Jesús. Eran tiempos de fe ingenua y profunda que informaba todos los detalles de la vida. Para nosotros los niños, la Navidad era la culminación del año, preparada y anhelada. Por fín venía el niño Jesús con su mulita (musseta en veneto) a traernos regalos.
La región tenía pinares hasta donde se perdía la vista y era fácil encontrar un hermoso pino. Lo adornábamos con los materiales rudimentarios de aquella región todavía en construcción. Utilizábamos papel de colores, de celofán y pinturas que nosotros mismos hacíamos en la escuela. La madre hacía pan de miel con distintas figuras, humanas y de bichitos, que colgábamos de las ramas del pino. En la punta siempre había una estrella grande recubierta de papel amarillo. Debajo, alrededor del pino, montábamos el pesebre, hecho con figuritas de papel recortadas de una revista a la que mi padre, maestro de escuela, estaba suscrito. Ahí estaba el Buen José, María, toda recogida, los Reyes Magos, los pastores, las ovejitas, el buey y la mula, algunos perros, y los ángeles cantores, que colgábamos en las ramas más bajas. Y naturalmente, en el centro, el Niño Jesús, que, al verlo casi desnudo, lo imaginábamos titiritando de frío y nos llenábamos de compasión.
Vivíamos el tiempo glorioso del mito. El mito traduce mejor la verdad que la pura y simple descripción histórica. ¿Cómo hablar de un Dios que se hace niño, del misterio del ser humano, de su salvación, del bien y del mal, sino contando historias y proyectando mitos que revelan el sentido profundo del acontecimiento? Los relatos del nacimiento de Jesús que están en los evangelios, contienen elementos históricos, pero para enfatizar su significado religioso, vienen revestidos de lenguaje mitológico y simbólico. Para nosotros niños, todo eso eran verdades que asumíamos con entusiamo.
Antes de introducirse el decimotercer salario, los profesores recibían una paga extra por Navidad. Mi padre gastaba todo ese dinero para comprar regalos a sus 11 hijos. Eran regalos que venían de lejos y todos instructivos: una baraja con los nombres de los músicos importantes, de pintores célebres, cuyos nombres nos costaba trabajo pronunciar, y nos reíamos de las barbas que tenían, de su nariz o de cualquier otro detalle. Un regalo que tuvo mucho éxito: una caja con materiales para construir una casa o un castillo. Los más mayores empezábamos a participar de la modernidad: recibíamos un jeep o un automóvil que se movían dándoles cuerda, o una rueda que al girar lanzaba chispas, y otras cosas por el estilo.
Para que no hubiese peleas, cada regalo tenía escrito debajo el nombre del hijo o de la hija. Y después comenzaban las negociaciones y los cambalaches. La prueba infalible de que el Niño Jesús había pasado por casa era la desaparición de los manojos de hierba fresca. Corríamos a comprobarlo. Y así era, la musseta se lo había comido todo.
Hoy vivimos los tiempos de la razón y de la desmitificación. Pero esto vale solo para los adultos. Los niños, ahora con Papa Noel y ya no con el Niño Jesús, viven el mundo encantado de los sueños. El viejito bonachón trae regalos y da buenos consejos. Como tengo barba blanca, no hay niño o niña que pase por mi lado y no me llame Papá Noel. Yo les digo que no soy Papá Noel sino su hermano, que vengo a observar si los niños hacen todo como se debe y después se lo cuento todo a Papá Noel para que les traiga un buen regalo. Así y todo, muchos dudan. Se acercan, me tocan la barba y dicen: No, usted es Papá Noel mismo. Soy una persona como cualquier otra, pero el mito me hace ser Papá Noel de verdad.
Si nosotros adultos, hijos de la modernidad crítica y de la desmitificación, ya no conseguimos encantarnos, permitamos, por lo menos, que nuestros hijos e hijas se encanten y gocen del reino mágico de la fantasía. Su existencia estará llena de sentido y de alegría. ¿Qué más queremos para Navidad sino esos dones preciosos que Jesús quiso también traer a este mundo?
Leonardo Boff es autor de El Sol de la Esperanza: Navidad, historias, poesías y símbolos, Editorial Mar de Idéias, Río de Janeiro 2007.
Hermosa lectura nos transporta al pasado reciente, al presente y nos encamina al futuro cercano…
Feliz Natal ,
Léo B,
Valeu amigo, obrigado por seus textos, e graças a um desses textos em seu blog ( luto & perda) eu vou passar mais um Natal aqui no planeta terra. Falando em terra, você me me fez perceber o quanto necessário é minha presença neste corpo finito, ainda.
Então Feliz Navidad, Hanuká, Natal, outro dia qualquer, porém
um dia especial que nos conecta com o Infinito
Louis Frener,
Obrigado por suas palavras pois dão sentido ao meu trabalho intelectual.
Dedico-lhe o texto que agora deixei no blo Deus onde está?
Feliz festa de Natal com muita Luz daquela que se irradia da Estrela de Belém
lb
Caro Leonardo: Seu artigo tem me encheu de emoção. Deus te conceda a paz e felicidade neste Natal. Desculpa o meu Português ruim.
Saudações do Chile.
Jonathan.
MUITO OBRIGADO….YO CRÉO QUE LA CULTURA LATINOAMERICANA , TANTO DE LOS QUE TIENEN SUS RAICES ACÁ , COMO LOS QUE LAS TENEMOS A MILES DE KILOMETROS , PERDIMOS TODA ESA MISTICA, ESA PUREZA DE NUESTROS ABUELOS…CRÉO QUE ESTÁ MUY INFUENCIADA POR LA CULTURA NORTEAMERICANA…Y…NO NOS HACE BIÉN.
Muchas gracias Hno. Leonardo por este texto tan tierno. Me hizo rememorar la navidad de mi infancia, cuya magia permanece todavía en mis pequeñas hijas.
Soy una persona como cualquier otra, pero el mito me hace ser Papá Noel de verdad… NÃO BOFF, TU NÃO ES UMA pessoa como qualquer outra…TÚ TRAZES A BOA NOVA…aquela que o Cristo trouxe e o homem esqueceu…continua, por favor, continua…e nós nos encarregamos de divulgá-la…Feliz e Santo Natal.
Hoy los niños y los jóvenes están bajo la influencia del mercado y su ofrecimiento de héroes de fantasía, del ciberespacio y sus comunidades virtuales. Enfrentan ademas la desatención del mundo adulto, padres, madres, profesores, que han renunciado al compromiso de formarlos para que ellos aprendan a discernir lo que el mundo les ofrece.
Nosotros crecimos en un mundo donde todo era mas lento, y hasta los procesos de aprendizaje nuestros eran lentos, hoy ellos viven en un mundo que ofrece mucha imagen, mucho comercio, poca reflexión y respeto a sus personas, pero nuestros niños y jóvenes tienen la ventaja de la abstracción fácil, aprenden rápido y nos enseñan mucho. Aceptemos estas nuevas realidades y no renunciemos a ser formadores de estos nuevos niños y jóvenes que tanto tienen que ofrecernos en cuanto a sensibilidad para cuidar este mundo y dejándonos enseñar por ellos, enseñémosles y ayudémosles a descubrir la gran riqueza de vida interior que ellos pueden llegar a tener.
Como siempre, mi Teologo de la Liberacion favorito, sus comentarios, publicaciones y pensamientos de actualidad e inteligentes. Bendiciones por siempre y gracias por compartir. Carmen Montenegro
Mi corazón se sobresalto al recordad la verdad del niño Dios que recibía mi carta y traía mi regalo pedido. Me doy cuanta que no solo los niños, sino también los adultos, necesitamos seguir viviendo esa verdad
Este escrito nos da la respuesta para muchos que piensan cortarle ese momento mágico a sus niños, diciendoles que estos personajes de la navidad no existen y todo es un cuento, pienso como usted de dejar que los pequeños vivan su fantasia.