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El papa Francisco en enero de 2018 declaró en Puerto Maldonado, Perú: “La Amazonia se disputa en varios frentes: por un lado, el neoextractivismo y la fuerte presión de grandes intereses económicos ávidos de petróleo, gas, madera, oro y monocultivos industriales. Por el otro, la amenaza procedente de la perversión de ciertas políticas que promueven la ‘preservación’ de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano.”
Francisco resaltó que una ecología integral, que no separe ser humano y naturaleza, exige una nueva antropología y un nuevo concepto de desarrollo, cuya prioridad sea condiciones de vida dignas para la población local.
Eso implica defender los derechos humanos y la Madre Tierra; resistir los megaproyectos que causan muerte; y adoptar un modelo económico sostenible, solidario, sintonizado con los ecosistemas y los saberes ancestrales de los amazónicos.
En un discurso a los participantes de la conferencia sobre “Transición energética y cuidado de nuestra casa común”, en 2018, en el Vaticano, Francisco destacó que la búsqueda de un crecimiento económico continuo ha provocado graves efectos ecológicos y sociales, porque “nuestro actual sistema económico prospera debido al aumento de extracciones, consumo y desperdicio. La civilización requiere energía, pero el uso de la energía no debe destruir la civilización”.
Para el sínodo amazónico, la ecología integral o socioambiental exige un cambio de paradigma, pero también una espiritualidad de reciprocidad, de armonía, que mantenga el equilibrio del bioma capaz de reflejar un sentido de convivencia dentro de esa inmensa maloca común que es la Tierra. En suma, pasar de una cultura del descarte a una cultura del cuidado.
Para eso es preciso promover una educación ecológica que nos induzca a otro estilo de vida, libre del consumismo obsesivo y del paradigma tecnoeconómico. Como propone el papa Francisco en la encíclica socioambiental “Alabado seas ” (Laudato Si): «dar el salto al Misterio, donde la ética ecológica adquiere su sentido más profundo». Esta experiencia espiritual, sagrada, ocurre cuando se es capaz de solidaridad, responsabilidad y cuidado.
El sínodo pretende que cada parroquia de la Amazonia se vuelva una ecoparroquia, y adopte una ecopedagogía. Eso significa aprender a convivir con la familia de Dios que habita el territorio panamazónico, en el cual hay culturas ocultas, aisladas, sin contacto con el mundo no indígena; otras que rechazan convencidamente la civilización occidental; también otras que mantienen buenas relaciones con la Iglesia, aunque sin llegar a asumir el Evangelio como referencia de vida. Hay también una Iglesia autóctona, integrada por indígenas que relacionan sus saberes ancestrales con la palabra de Dios.
La propuesta es que la Iglesia presente en la Amazonia, a través de parroquias y congregaciones religiosas, se oponga a los proyectos que amenazan la selva y a los pueblos que la habitan, critique el paradigma tecnocrático, el antropocentrismo irresponsable, el relativismo moral, y valorice la economía solidaria, dé valor de uso a los bienes de la naturaleza, y descarte a la que prioriza el valor de cambio.
En su visita a la Amazonia en enero de 2018, el papa Francisco señaló que “la cultura de nuestros pueblos es una señal de vida. La Amazonia, además de ser una reserva de la biodiversidad, es también una reserva cultural que debe ser preservada frente a los nuevos colonialismos”. E hizo este llamamiento a los indígenas: “Ayuden a sus obispos, ayuden a sus misioneros y misioneras a ser uno con ustedes y, mediante el diálogo entre todos, puedan formar una Iglesia con rostro amazónico e indígena”.
*Frei Betto es escritor, autor de “Uala, el amor” (FTD), entre otros libros.
Traducción de Mª José Gavito Milano